domingo, 1 de abril de 2012

NATALICIO DE GABRIELA MISTRAL

Su nombre de pila: Lucía Godoy Alcayaga, nació el 7 de abril de 1889, en Vicuña, Chile. Gabriela Mistral, educadora chilena, ministro de cultura y poeta, fue la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nóbel de Literatura (1945); su prestigio como poetisa fue reconocido en Chile al ganar, en 1941, un premio por Sonetos de la muerte.
La mayor parte de su poesía es en lenguaje directo y simple, más pleno de calidez y emoción. Los temas centrales en la obra de Mistral son el amor, amor maternal, la tristeza y resurgimiento junto a recuerdos dolorosos, personales como son los referentes al suicidio de su ex novio Romelio Ureta ocurrido en 1909; este hecho dejó profundas huellas en sus escritos. En los poemas metafísicos "Tala" (1938) y "Lagar" (1954) Gabriela Mistral insinúa que la vida es, nada más, que un misterioso peregrinaje que nos lleva a la muerte.

Gabriela Mistral nació en un villarejo andino llamado Vicuña. Su padre abandonó su familia cuando Gabriela tenía tres años. Estudió en una escuela rural su enseñaza básica y luego en una escuela estatal la secundaria. A los 16 años, comenzó a trabajar como asistente de la maestra para poder auto sustentarse y ayudar a su madre. Su progresivo desarrollo como profesora y educadora se debió a su amplísima obra dedicada, principalmente, a una amplia audiencia de profesores, administradores, alumnos y colegas poetas. Usaba el seudónimo de Gabriela Mistral sólo en sus escritos poéticos.
Gabriela nunca se casó pero adoptó un niño que luego murió. Sus poemas reflejan su anhelo de maternidad biológica, especialmente en sus canciones de cuna y poemas maternales. La religiosidad popular, también es fuente de inspiración; por eso se une a la orden de San Francisco y producto de ésto publica obras como "Motivos de San Francisco" y "Elogios a las cosas de la Tierra", donde combina valores tanto espirituales cuanto materiales. Su muerte ocurre el 10 de enero de 1957 en Nueva York, al lado de su hija espiritual y abnegada enfermera, Doris Dana, joven norteamericana fascinada por el genio de la poetisa, que siempre estuvo a su lado. En medio de honores como sólo se rinden al Pontífice y a los jefes de estado, concluye la historia de una sencilla mujer.

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